EXPERIENCIA EN LIMA

Por: Arq.SCA. German Fonseca Castillo.

PREFACIO

Estuve en Lima atendiendo la invitación del Colegio de Arquitectos del Perú para hablar en la celebración de su 57° aniversario sobre las políticas de manejo del patrimonio arquitectónico en Cartagena de Indias (Colombia), donde resido. Las atenciones del Decano del CAP, Arturo Yep, de los directivos y demás colaboradores fueron del máximo nivel, lo que hizo muy placentera mi estadía y permitió viviera una experiencia satisfactoria tanto por los sitios visitados como por la interactuación con colegas de variado ejercicio profesional. A todos ellos les agradezco.
“POLÍTICAS DE CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN, CASO CARTAGENA”

La importancia de Cartagena de Indias en la Colonia se inicia desde su fundación por Pedro de Heredia en 1533 cuando ante la ausencia de contar con agua potable y tierras para cultivo y ganadería, la funda sobre el existente caserío indígena de Kalamari. Toma en consideración las ventajas de su profunda bahía, resguardada de los vientos y protegida del mar abierto por las islas que la rodeaban. Temprano Cartagena se convierte en plaza clave para el imperio español gracias al puerto. Rápidamente desarrolla intenso comercio y se convierte en “la llave de Indias y antemural del reino”; puerta de entrada y salida de los territorios suramericanos; lugar de acumulación y tránsito de las riquezas extraídas en las colonias, especialmente las provenientes del Perú, para enviarlas a la Corona. También lugar de abastecimiento, reparación y preparación de las embarcaciones integrantes de la flota de galeones que partían de La Habana destino España. Además sitio autorizado para la venta de los africanos esclavizados que servían en las plantaciones y minas de Suramérica y el Caribe. El auge económico atrajo la ambición de los reinos enemigos del imperio español, que intentaron apoderarse de tan jugosa presea, la asaltaron y saquearon en varias ocasiones. En respuesta a la amenaza el reino español decidió fortificarla y encargó de ello a los más connotados ingenieros militares de la época, labor que se cumplió por más de 200 años hasta proveerla del sistema de defensas abaluartadas que rodea el casco urbano, y de los fuertes protectores del ingreso marino y del territorio continental o tierra firme. El funcionamiento del sistema fortificado hizo inexpugnable la ciudad, que tuvo su prueba de fuego en 1742 cuando el Almirante inglés Sir Edward Vernon comandando una flota de 180 embarcaciones y 23.000 hombres fracasó en su toma y tuvo que retirarse humillado, abatido por la resistencia de los locales y las plagas que estragaron su tropa.

La irreductibilidad de la plaza conllevó a que en 1815 cuando la guerra de Independencia, el Pacificador Pablo Morillo decidiera no tratar de vencer sus fortalezas. Estratégicamente la sitió y después de 105 días la venció por hambre. En este duro episodio murió la mayoría de su población y fue el principio de su ruina. La decadencia se extendió por el resto del siglo XIX. Cartagena se ausentó de los circuitos económicos y del poder; eventualidad que permitió la conservación del viejo recinto colonial, de sus grandes casonas y de sus otrora gloriosas fortalezas.

Cartagena arruinada pero intacta se asoma al siglo XX. Con la consolidación el estado colombiano, el puerto resurgió, la ciudad se conectó con el interior de la nación, se implanta una refinería petrolera en sus goteras y, más adentrada la centuria, con el advenimiento del turismo, recupera su vigor, insertándose favorablemente en el concierto colombiano. La riqueza arquitectónica del conjunto colonial y el buen estado de preservación del antiguo sistema de fortificaciones fueron atributos que en 1984 reconoce UNESCO y declara Patrimonio Histórico de la Humanidad al “Puerto, Fortaleza y Conjunto Monumental de Cartagena”. Esta condición ha catapultado su prestigio y atraído gran número de visitantes, importantes inversiones de servicios turísticos - hoteleros y, a la par, los inconvenientes naturales de la presencia del turismo masivo.

En cuanto a políticas de protección, desde finales del siglo XIX la ciudad valora su riqueza arquitectónica, no exenta de confusos períodos cuando atribuían al sistema fortificado el estado de miseria en que se encontraba. Sentimiento que originó derribos causantes de rechazo nacional y el surgimiento de normas protectoras que desembocaron en la Ley 163 de 1959 en la cual se dictan “medidas sobre defensa y conservación del patrimonio histórico, artístico y monumentos públicos de la nación”, incluidos al sector antiguo de Cartagena y otros del país. Finalmente en 1997 surge la Ley general de Cultura, que creó el Ministerio de Cultura, encargado de dictar las políticas nacionales, controlar y administrar los Bienes de Interés Cultural de la Nación (BICN), que cobija el conjunto monumental del Centro Histórico y las fortificaciones de la ciudad.

Importante es tratar dentro de las políticas conservacionistas cómo se percibe el concepto de materialidad del bien cultural. Orientados en principio al Monumento; al hecho singular, al acontecimiento de sucesos extraordinarios, relación con personajes famosos, o mayormente, su magnificencia. En nuestro medio el criterio así se aceptó y así se aplicó en la ciudad. La protección se dirigió a fuertes y murallas, iglesias y conventos, casas y palacios, la llamada arquitectura de primera importancia, que menospreciaba la arquitectura de acompañamiento, el tejido urbano de carácter coral que agregaba contexto y sentido de conjunto al todo de la ciudad (despectivamente llamada arquitectura de segunda y tercera importancia). El concepto evolucionó hacia la valoración de la arquitectura como un todo con diferentes niveles de riqueza y elaboración, importancia histórica o estética. Se llegó a la clasificación de los inmuebles de acuerdo con su tipología. Es decir, toda edificación tiene importancia en tanto caracterice un tipo específico según sus características. Es tan representativa la modesta casa de artesanos como la del acaudalado comerciante. El criterio tipológico situó la arquitectura patrimonial en un nivel de equilibrio y valoración que contribuye a su salvaguardia. Desde 1992 el Centro Histórico cuenta con normas que establecen las políticas generales, define tipologías arquitectónicas, categorías de intervención y las obras que se pueden efectuar predio a predio, en armonía con la clasificación y particularidades del inmueble.

Los horizontes se han ampliado hacia la apropiación de la comunidad y la exaltación de los valores del patrimonio cultural de las gentes más allá de las edificaciones. Este enfoque integral propició que el Ministerio de Cultura lanzara dentro de la política de Patrimonio para el Desarrollo que los municipios elaboraran sus propios Planes Especiales de Manejo y Protección - PEMP, instrumento de planeación y gestión mediante el cual se establecen las acciones para garantizar la protección, conservación y sostenibilidad de los bienes de interés cultural. Se definen las condiciones de articulación con su contexto físico y su entorno socio-cultural, partiendo de la conservación de sus valores, la mitigación de riesgos y el aprovechamiento de sus potencialidades; las estrategias para el mejor conocimiento y la apropiación de los bienes por la comunidad y su transmisión a futuras generaciones. Una herramienta de gran utilidad que ha comenzado a desarrollarse exitosamente en sectores urbanos y en inmuebles arquitectónicos específicos.

No todo es coser y cantar. La fuerte dinámica económica, impulsada por el turismo, trae consigo conflictos y efectos negativos. Sobresale el refuerzo del Centro Histórico como centralidad urbana de servicios turísticos desenfrenados, sometido a fuerte presión de demanda inmobiliaria reflejada en altos costos de los servicios públicos y arrendamientos; aunada a la especulación y elevados valores de las propiedades. El libre desarrollo del mercado ha producido la casi extinción del uso residencial y el incremento de la gentrificación, especialmente en los barrios Getsemaní y San Diego.

Merece atención la amenaza del cambio climático. La intrusión de las aguas de la bahía inunda algunos sectores antiguos y ponen en riesgo edificaciones y tramos del conjunto fortificado. Existen estudios del fenómeno y se han tomado medidas de mitigación, sin embargo, el riesgo persiste. Un reto de gran envergadura que debe encararse sin dilación.

Basados en estrategias que valoran el patrimonio material e impulsan el inmaterial representado en la gente cartagenera, su ponderada calidez y alegría, organismos nacionales e internacionales proponen políticas de conservación creando nuevos nichos de atención llamados “Ciudad Bipolar”. Son sectores de la ciudad contemporánea que procuran aliviar la presión, recuperar el uso residencial, crear planes especiales de compensación y transferencia de derechos inmobiliarios. Generados en el Centro y aplicados en zonas receptoras establecidas para ese fin.

Los avances son palpables, los desafíos se incrementan y la conservación exige un permanente trazado de políticas orientadas a salvaguardar el legado histórico para las generaciones venideras.

EPILOGO

Al recorrer Lima es inevitable compararla con Cartagena y destacar el inmenso reto a que se enfrentan los profesionales y gobernantes de la ciudad ante la magnitud de su zona histórica, compleja por poseer numerosos ejemplares arquitectónicos de gran valor con simultánea presencia de diversas épocas históricas: pre y post hispánicas; el dinamismo de su economía; la aparición de modelos de comercio depredador en su propio corazón. En fin, mayúsculos desafíos que requieren mucha claridad conceptual, imaginación, poder político y firme determinación para preservar la joya arquitectónica que la ciudad es.
Espero haber aportado algo.

GERMÁN FONSECA CASTILLO
Email: gerfoncas@hotmail.com
Cartagena, julio de 2019.

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